La norma general es ofrecer los dos pechos cada toma, empezando siempre por el que fue el último la vez anterior (una cinta adhesiva en el sujetador puede servir de recordatorio), que en buena lógica debió quedar más lleno y conviene vaciar completamente. Con ello, se estimulan ambos pechos, lo cual es especialmente interesante durante los primeros días, y el bebé dispone de toda la leche que su madre tiene, pudiendo decidir cada vez si quiere tomar todo, parte o nada del segundo. Desde luego, si la experiencia demuestra reiteradamente que tiene suficiente con uno, no es preciso intentarlo cada vez: simplemente se alterna un pecho en cada toma.
Sin embargo, esta norma general debe ser complementada con la que recomienda permitirles mamar tanto rato como quieran; es mucho mejor dejarles acabar totalmente un lado antes de pasar al otro, aunque eso signifique que acaben rechazando el segundo. En caso contrario, al no tomar la última leche, más grasa y calórica, se saciarán momentáneamente con la leche primera de ambos pechos, pero no recibirán suficientes calorías y pronto volverán a tener hambre, porque toman un volumen de leche suficiente, pero de la más aguada. Piden mucho, obtienen poco y, además, lloran bastante por otro motivo: la leche primera con que se alimentan es muy rica en lactosa, un azúcar que el intestino no puede absorber de forma ilimitada y cuyo sobrante fermenta produciendo molestos gases y causando a veces que las deposiciones del bebé sean más líquidas e irritantes de lo debido.
Se deben ofrecer, pues, los dos pechos, pero sin olvidar que no debe limitarse la duración de la toma y que veinte minutos del primero son mejores que diez de cada.
Autor: CHOCOLETTE