POR QUÉ ES IMPORTANTE LA MÚSICA EN EL DESARROLLO DEL BEBÉ?

La música tiene una importancia vital en el desarrollo de la personalidad. Es más: una buena y adecuada educación musical potencia las facultades innatas del ser humano; especialmente, las cerebrales. Música que debería ponérsele incluso al feto mientras está en el interior de la madre. La de Vivaldi y, muy especialmente, la de Mozart, son los más adecuadas.

«La música es el sonido de la tierra y del cielo, de las mareas y de las tempestades; es el eco del tren en la distancia, las reverberaciones de los martillazos del carpintero en acción. Desde el primer grito de vida hasta el último suspiro de la muerte, desde los latidos del corazón hasta los vertiginosos vuelos de la imaginación, estamos envueltos en el sonido y vibración en todo momento de nuestra vida. Es el aliento primordial de la creación, la voz de los ángeles y átomos; es, en último término, la materia de la que están hechos la vida y los sueños, las almas y las estrellas».

UN PLANETA PRIVILEGIADO
Dicen los expertos que vivimos en un planeta privilegiado, un lugar nacido por y para la música. Según parece, las condiciones ambientales y la presencia de agua en nuestra atmósfera y sobre todo en la superficie producen un fenómeno de sonoridad difícilmente repetible.
Si rastreamos en el tiempo el origen de la música encontraremos que todas las culturas y civilizaciones han utilizado el poder del sonido y de la música, a veces como elemento mágico, religioso o curativo. De hecho, las primeras referencias se remontan a los más antiguos textos de la tradición hindú.
Johannes Keppler, el astrónomo del siglo XVII que descubrió las leyes del movimiento planetario, creía que cada planeta estaba vivo y emitía sonidos mientras se desplazaba en su órbita alrededor del Sol. Apoyándose en escritos de Platón y Aristóteles descubrió la música de las esferas.
Siglos más tarde, dos profesores de la Universidad de Yale, Willie Rull -profesor de Música- y John Rodgers -profesor de Geología- aplicaron las leyes y anotaciones de Keppler al movimiento de los planetas tal como se proyectaría durante un periodo de 100 años a partir del 31 de Diciembre de 1976. Introdujeron entonces la información en un ordenador conectado a un sintetizador musical y el resultado fue una grabación de media hora en la que cada planeta de nuestro Sistema Solar generaba una vibración sonora única. E igualmente comprobaron que, al mezclarse todas, producían una melodía armónica inigualable. Resultó que cada planeta emitía una nota diferente pero que armonizaba con las del resto formando acordes en oleadas, sonidos profundos y prolongados.

EL LENGUAJE UNIVERSAL DE LA MÚSICA
La música es considerada hoy día el lenguaje más universal. De hecho, el ritmo y la música han formado parte de la vida del ser humano desde su origen. Aún más, tenemos muchas más capacidades musicales de las que imaginamos; al punto de que podríamos decir que toda persona es musical como también lo es el mundo que le rodea.
Sabemos que la música es un lenguaje que supera todas las fronteras, edad, sexo, raza, religión y nacionalidad. Es algo que no diferencia entre niveles económicos, clases sociales o formación académica. Es más, de la música participan no sólo los seres humanos sino también el resto de la Naturaleza: los pájaros hacen música, las ballenas y delfines se cantan serenatas y son muchas las especies que se comunican a través de ella.
En los últimos tiempos, con la llegada de la era espacial, la música de las esferas que Keppler intuía se ha hecho realidad. Como ejemplo baste decir que la nave espacial Voyager llevaba a bordo un disco grabado con noventa minutos de música en una selección de piezas de Bach y Beethoven así como rock, jazz y música folklórica de varios países para disfrute y solaz de cualquier civilización extraterrestre que pudiera escucharla. Además, en los últimos cincuenta años la música se ha convertido en el idioma común del mundo moderno.

CUANDO LA MÚSICA NACE CON NOSOTROS
«El alimento vocal que da la madre a su hijo es tan importante para su desarrollo como su leche».
(Alfred Tomatis)

Durante mucho tiempo se pensó que el feto no podía oír sonidos durante su permanencia en el útero materno. Sin embargo, en 1962 el doctor Lee Salk demostró que el feto «oye» los latidos del corazón de su madre. En cualquier caso, los estudios más completos corresponden al médico francés Alfred Tomatis, quien dedicó buena parte de su vida a estudiar de forma científica el mundo embrionario.
A pesar de las burlas de sus colegas, que intentaron desautorizarle, continuó con sus experimentos y descubrió que, en contra de lo que se creía hasta entonces, el oído comienza su desarrollo en la décima semana de gestación y que a los cuatro meses y medio es un órgano que funciona perfectamente.
Su interés le llevó a apoyarse en los trabajos de V. E. Negus, un estudioso británico que demostró en muchos casos que los pajaritos que habían sido empollados por otros pájaros que no eran sus padres biológicos no cantaban ni imitaban los sonidos de los pájaros adultos. El doctor Tomatis se preguntó entonces si problemas como el autismo, los trastornos del habla o los desórdenes emocionales podían ser debidos a una dificultad de comunicación entre la madre y el feto o a un suceso traumático acaecido durante su vida uterina.
Según parece, el feto está sumergido en un universo de sonidos que le llegan a través del cuerpo de su madre: los latidos acompasados del ritmo cardiaco, la respiración, los sonidos de los movimientos intestinales, los pasos… pero sobre todo la voz de su madre, algo que representa un alimento imprescindible para el desarrollo del feto y más tarde del bebé.

Una amplia gama de sonidos llegan hasta él amortiguados por producirse en un medio acuático, sonidos de baja frecuencia que le proporcionan sensaciones de seguridad; sonidos que él identifica con el bienestar que está disfrutando, con una temperatura constante, con el alimento que recibe a través del cuerpo de su madre, con la penumbra en la que vive y con un montón de sensaciones gratificantes sumergido como está en un baño de endorfinas (la que se ha dado en llamar hormona de la felicidad).

Es un hecho comprobado que después del nacimiento el bebé se relaja cuando escucha la voz de su madre, cuando ésta de modo instintivo le arrulla y le acuna en sus brazos para colocarle la cabeza contra su pecho y éste comienza a oír el ritmo familiar del corazón que le acompañó casi desde el comienzo de su vida. También las canciones de cuna, las nanas, los susurros de la madre le proporcionarán un ambiente familiar donde se sentirá seguro y protegido. El ritmo y la música forman, pues, parte de su vida como uno de los estímulos más primarios de su consciencia.

Acostumbrado a trabajar con discapacitados, el doctor Tomatis creó también un método llamado Renacimiento Sónico que consistía en reproducir sonidos similares a los que escuchaba el feto durante su gestación. Para ello realizó grabaciones de la voz de la madre y la desfiguró usando filtros para simular cómo la oiría el feto dentro del líquido amniótico… El resultado fue una serie de sonidos suaves, ecos lejanos, rumores que parecían surgir de la naturaleza, fluidos y sonidos que trasladaban a quien los oía a un mundo de ensueño. Y es que mediante estas grabaciones lograba recrear en los pacientes el ambiente intrauterino que habían disfrutado antes de su nacimiento.

Actualmente esta terapia se está utilizando con buenos resultados en niños autistas o con problemas de parálisis cerebral así como en otros que no tienen problemas físicos para oír pero sin embargo son incapaces de hablar. Mediante diferentes sesiones se va consiguiendo que el niño participe de experiencias similares a las que vivió durante su permanencia en el vientre materno. Después, en sucesivas semanas, se van eliminando los sonidos acuáticos sustituyéndolos por los aéreos del mundo exterior. Con ello se intenta despertar en los niños afectados por esos problemas el deseo de salir de sí mismos y de comunicarse con el entorno.

LA IMPORTANCIA DE COMUNICARSE CON EL BEBÉ QUE VA A NACER
Los ginecólogos, pediatras y neonatólogos aconsejan que tanto el padre como la madre se comuniquen con el feto, hablen con él, le lean cuentos, le cuenten sus planes para cuando nazca, le canten y pongan música agradable en el ambiente para que la escuche… incluso alguna dirigida y dedicada expresamente a él. Todas esas cosas favorecen lo que se conoce como «localización auditiva» que es la capacidad que tiene el bebé para distinguir los sonidos una vez que ha nacido.

De hecho, muchos niños de edades tempranas recuerdan y reconocen canciones, piezas de música clásica, nanas o melodías que escucharon mientras estaban en el útero materno.
Asimismo, son aconsejables las lecturas de cuentos clásicos, sin imágenes que infundan miedo; por ejemplo, de El Principito.

Otra práctica interesante es inventar canciones con letras cariñosas y repetirlas a menudo. Una vez que el bebé haya nacido, cuando escuche esas palabras o esas melodías que su inconsciente tiene registradas las reconocerá y le producirán los mismos efectos placenteros: tranquilidad y confianza. Además, desarrollarán su capacidad de escucha y favorecerán su desarrollo neuronal.

Autor: LIBEDULA03